Jueves, 28 Marzo 2024

O Opinión

“Feliz día del niño”

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Publicación impresa el pasado viernes 28 de abril

“Es importante ser uno mismo, aun cuando pareciera que no nos entendemos, aun cuando sintamos por momentos que venimos de una galaxia lejana y que no concordamos con el entorno inmediato, ese entorno que muchas de las veces también está tratando de encontrarse así mismo. No hay razones para estar ocultando la propia maravillosa forma de ser, aquella que enamora en cada expresión, en cada movimiento que sé da, floreciendo como un jardín donde todo estaba seco y ahora luce florido cuando lo adornas dándole carisma y sentido de vida alrededor tuyo” (Ann Hernández Pérez).

Eran apenas las siete de la mañana, el viento era fresco y suave, iniciaba la mañana y el ritual diario de aquella gran señora con canas, mandil y sombrero que con una mano sujetaba una bolsa improvisada la cual contenía algunas viandas para dar cuenta más tarde y en la otra mano una pequeña vara que poco podría golpear más bien era como un complemento simbólico de autoridad ante el rebaño de ovejas que en ese momento salían en orden del corral de adobe en el cual se resguardaban, un pequeño no mayor a los seis años esperaba con alegría partir a la aventura de esa mañana, su frágil cuerpecillo apenas se distinguía entre el rebaño que con dificultad pero con mucho entusiasmo ayudaba a dirigir a los campos cercanos a un arroyuelo, ese arroyuelo que sacio repetidas ocasiones la sed y el frio después de una tormenta.

El camino siempre fue interesante tras recorrerlo en muchas ocasiones más, trepar a los árboles, olvidarse un momento de los problemas y necesidades que había en su propio hogar, razón por la cual se encontraba realizando esa actividad que si bien al paso de los años comprendía que no ayudaba mucho para lo que acontecía en casa, al menos en ese momento era la manera de apoyar al menos en su inocencia en lo que creía resolvería un poco las aflicciones de sus padres, de su madre en particular.

Y entonces a comenzar a encontrar respuestas a las necesidades, comenzar a ver que se podría comercializar y lo que a la señora de las canas le parecía algo tierno y un buen juego, para él representaba la solución y aportación a casita, lo mismo daba ofrecerle un árbol lleno de frutos de capulines por la módica cantidad de un peso (pues esta señora también vendía semillas tostadas al frente del parque central del pueblo por las tardes o fines de semana), como venderle unos paredones de viejas casonas al parecer abandonadas con la posibilidad a largo plazo, muy largo plazo de buscar la manera de arreglarlas en la posteridad, al fin y al cabo se le ofrecían a solo tres pesos  por lo tanto no podía pedir mejoras inmediatas. Y a si entre risas y juegos esta amable señora le enseñaba la realidad de la vida en donde es verdad que hay que trabajar pero con alegría, con amor a lo que uno realice y con la disposición de aportar algo importante para las personas que queremos en la vida.

A todo esto se agregaba algo también importante, los cantos y bailes improvisados entre los terrenos frescos y cultivados, el disfrutar cantar a todo pulmón canciones populares, bailar al ritmo de las polkas, valses y otras canciones más que se escuchaban en la lejanía provenir de aquellas trompetas con el clásico zumbido de los discos de acetato, aquí no termina la magia del ser, no, esto apenas era el comienzo, pues entre todo ello, era el escuchar el sentir de este pequeñín, era la atención que recibía de esta noble señora y que terminaba con palabras reconfortantes, no con halagos ni compasión pues esto (decía ella), terminan lastimando al alma, era escuchar y terminar el dialogo con un “pues échele ganas que la vida aquí no termina”,  “apúrese a crecer y realice todo lo que le haga feliz, ya vio que si puede ahora hágalo”. 

El día avanzaba entre diferentes tareas, recoger un poco de leña, recolectar capulines que ella después lavaba en el rio para tostar más tarde el hueso y venderlo posteriormente, así mientras ella realizaba sus propias actividades este jovencito arriba del bordo más alto con el entusiasmo que le caracterizaba y con la seguridad que el momento ameritaba, exponía temas de interés, temas que hablaban de sus propias necesidades y en los cuales aportaba con cierta ingenuidad posibles soluciones a las mismas, grandes ponencias  en donde el tema central la mayoría de las veces trataban de explicar las necesidades afectivas que muchas veces se generan en el núcleo familiar por estar más atentos en resolver las también importantes necesidades económicas olvidando que el amor, respeto tolerancia y carácter equilibrado también son elementales para formar seres humanos realizados; aún se escuchan los aplausos que al final de cada ponencia resonaban entre los campos y la cara de una gran mujer sonriente entre emocionada y preocupada (estoy seguro que más de una vez habrá pensado que este niño estaba más que dañado jaja)…

En este mes se dedica un día a festejar a los niños de nuestro país, dedíquese si usted quiere ese día también a usted pues estoy seguro que por complicada o difícil que haya sido su infancia (y si no lo fue, felicidades), habrán existido grandes momentos que ahora le permiten ser la gran persona que es usted, que aun cuando el tiempo ya haya pasado y parezca que algunas cosas pueden ser difíciles de lograr, aun así estoy seguro que puede usted hallar la manera de realizarlas y sentir satisfacción ante ello, que su ser conserve la ingenuidad, la transparencia, la bondad de aquel niño o niña que fue usted y transmitir esa excelente energía a quienes ahora comparten su vida con usted, que no borre de su mente aquellos juegos, emociones, alegrías, aquella risa inocente y alegre que aún puede compartirnos; ¡feliz día del niño!

Soy Anastasio Díaz Meléndez y me genera mucha felicidad compartirle que de la manera que narra la historia de esta edición, de esa manera nace lo que ahora cada vez más personas conocen y aceptan lo que realizo como “promotor de las capacidades y desarrollo humano”; ¡gracias!

 

 

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