Jueves, 28 Marzo 2024

E El baúl del recuerdo

Se cumplen 96 años del fusilamiento de Cirilo Arenas

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Hoy el baúl de los Recuerdos se abre para rememorar aquel día jueves 4 de marzo de 1920, en que fue ejecutado el Gral. Cirilo Arenas Pérez en la ciudad de Puebla a los 25 años de edad, originario de Zacatelco, hijo de Florencio Arenas y Margarita Pérez, hermano de Domingo y Emeterio. Este año se cumplieron 96 años de su muerte; su obra no ha sido reconocida, se desconoce el trabajo que realizó en la División Arenas; la repartición de tierras que llevó a cabo al lado de su hermano Domingo y de otros personajes que deberían tener un lugar en los pasajes de la revolución mexicana, no sólo en el municipio, sino en la zona centro del país. En Zacatelco poco se ha reconocido, sólo una calle en la sección tercera lleva su nombre y un Jardín de niños en la Colonia Domingo Arenas. La tumba, no sólo de él, sino de la familia Arenas, se encuentra en absoluto abandono en el panteón municipal de Zacatelco.

Entre las 0.47 Y las 4:50 de la madrugada del 4 de marzo de 1920, Cirilo Arenas vivió, con toda seguridad, los momentos más intensos de su vida, fue escoltado rumbo a la sede de la Jefatura de la Guarnición de la Plaza, en el trayecto le seguía una multitud que marchaba conmovida, triste y silenciosa. Ahí los guardias lo alojaron en una habitación ubicada en el cuarto piso.

El coronel Mateo Flores, envió un telegrama a la Secretaría de Guerra, pidiendo nuevas instrucciones. No pasó mucho tiempo cuando recibió otro firmado por Carranza que decía: “Cúmplase sentencia, previas las formalidades de ley”. La escasa iluminación de la habitación hacía más lúgubre su estancia. No faltó quien le llevara botellas de coñac, puros y hasta una cena.

En plena madrugada, la madre del sentenciado permanecía en las afueras del cuartel junto a millares de personas. Cerca de las dos de la mañana la señora Margarita Pérez, con el rostro desmejorado por la honda aflicción, los párpados inflamados y enrojecidos de tanto llorar, entró a la habitación en la que estaba su hijo; se produjo una escena dolorosa y desgarradora entre ambos.
Cirilo Arenas miraba el reloj, a cada momento, y seguramente contaba las horas y minutos que le quedaban de vida. Cuando el reloj marcaba las 4 de la mañana, el capitán Enrique Garduño hizo acto de presencia con la orden de conducirlo al cuartel de San José, sitio donde sería ejecutado -actualmente ahí se encuentra el hospital San José, del IMSS. Arenas fue conducido al cadalso, seguido por los camilleros, el médico de guardia y varios practicantes. Nuevamente fue llevado por unos minutos a una habitación del cuartel, donde platicó con su madre sobre asuntos familiares, luego, le entregó algunas cartas; probablemente una dirigida a su novia Guadalupe Taboada.

Enrique Garduño le dijo a Cirilo que había llegado el momento de cumplir la sentencia. Arenas le dio a su madre el saco, el sombrero y los lentes oscuros, se puso de rodillas frente a su angustiada madre y le pidió la bendición, serena e impasible la anciana dibujó la señal de la cruz y luego lo estrechó fuertemente entre sus brazos. El acto fue dramático y las lágrimas brotaron de cuantos presenciaron la escena. Cerca de las cinco de la mañana, Cirilo emprendió la marcha hacía el patíbulo, firme y sereno, seguido por su madre quien se situó a pocos metros de distancia.

Justo a las 4:40 de la mañana Enrique Garduño abatió su espada y enseguida se escuchó el estruendo de balas. Cirilo Arenas, cayó al suelo sin vida en aras del campesinado de los volcanes. Toda la escena fue presenciada por su madre. Una vez consumada la ejecución los soldados se retiraron en silencio. El cadáver de Cirilo quedó tendido en el suelo, hasta que lo levantaron los camilleros para llevarlo al Hospital Militar donde le practicaron la autopsia.

El corresponsal de un diario capitalino escribió en tono emocionado: “Arenas murió con valor, y ha dado un ejemplo más de la fuerza innegable y legendaria con que marcha a la muerte la raza tlaxcalteca”. Mariano Pasquel afirmó que antes de morir, Cirilo le confió que su máximo deseo era que la historia lo registrara como un patriota, jamás como un traidor.

A la una de la tarde del 4 de marzo el cadáver fue entregado a su madre, quien en medio del luto y la congoja dispuso llevarlo a su natal Zacatelco. Innumerables campesinos del centro sur de Tlaxcala salieron de su casa para recibirlo y con enorme fervor y luto lo acompañaron hasta su tumba, lo que demuestra que Cirilo Arenas, no estaba solo, ni murió sólo.

Con la muerte de Cirilo, la señora Margarita Pérez quedó totalmente sola y desamparada, había perdido a su esposo Florencio, a su hijos Domingo, Emeterio y ahora a Cirilo. Como a pocas madres, la historia la registra por haber ofrendado a sus tres hijos en aras de la revolución agraria mexicana.
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