Como cada inicio de año, tenemos nuevos propósitos por realizar, nuevas metas por cumplir y nuevos deseos que anhelar, así es como cada uno de nosotros añoramos que debe pasar, así tal cual nuestros políticos imploran que pase, y así fue como sucedió en los primeros días de este 2018 para el gobierno de Peña Nieto.
El pasado 4 de enero, fue noticia internacional, la extradición de Panamá del exmandatario de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo, quien desde que culmino su gobierno era prófugo de la justicia mexicana por los delitos que se le están fincando en su contra, un hecho que podría considerarse exitoso para el gobierno del presidente de todos ustedes, Enrique Peña Nieto.
Y digo que podría considerarse exitoso siempre y cuando realmente veamos que sea sentenciado el ex gobernador quintanarroense, Borge, así como lo demás exmandatarios donde supuestamente están siendo procesados, porque de no ser así y tal y como lo había escrito antes, simplemente se trata de una pantomima política, pues en relación con el delito que se le acusa, el monto al que corresponde y al daño ocasionado a su entidad, no hay coherencia alguna.
Si es así, hay que pensar tal cual se han dado los acontecimientos, pues al igual que de la extradición del veracruzano, Javier Duarte, Borge Angulo es extraditado hacia México, justo en un punto clave el proceso electoral que estamos viviendo, un momento, en donde su “precandidato” le está pesando mucho los desfalcos de los exmandatarios priistas, por lo cual, para sopesar esa imagen, tuvieron que echar mano de uno de ellos.
Roberto Borge Angulo, quien desde que asumió su cargo como gobernador, se dio una vida como todo un “mirrey”, con ropa y calzado de diseñador, viaje, comidas, “compras” al por mayor de predios, casas, navieras, aerolíneas, etcétera, y algo que siempre lo destacaba, su reloj de aproximadamente de 5 millones de pesos, quien lo distinguía como el junior del priismo en la clase política.
Tanto fueron los lujos que se ha dado el bastión, aludido por el presidente de todos ustedes, Enrique Peña, del nuevo PRI, que, durante su evasión de la justicia, estuvo “escondido” en Miami, Estados Unidos, y cuando sentía que le pisaban los talones, decidió “refugiarse” en Panamá, pero no en una choza en medio de la selva, no, tampoco era para tanto, eligió resguardarse en la Torre Trump, donde continuaba dándose su vida de lujos.
Lujos que se dio, y posiblemente se seguirá dando en prisión, pues al momento de su arribo a la Ciudad de México, si bien se le veía con una vestimenta casual, no podía pasar por alto su calzado de lujo que ostentaba a su caminar. Como dijeran alguno especialistas en personalidad, comunicaba el cinismo de la clase política, el cinismo del priismo, y la burla a la sociedad
